En el plano del contenido, el párrafo se considera una unidad de discurso mínima, porque puede ser equivalente a un texto. De hecho, en los textos de dos páginas o menos, el párrafo cumple una función esencial, porque no se distingue ninguna otra unidad mayor como capítulo, sección o apartado; así que en él recae la estructura global del texto.
En el interior del párrafo se distinguen tres elementos: la entrada, el desarrollo y el cierre.
Ejemplo de las diferentes secciones del párrafo:
Entrada: Desde que los neurocientíficos decidieron abordar el problema de la conciencia y abandonar la rígida clausura material del sistema nervioso central, se han tenido que enfrentar con el fantasma o demonio del dualismo. Desarrollo:Aunque algunos científicos han aceptado convivir o pactar con este demonio, la gran mayoría se ha propuesto rechazarlo, eliminarlo o superarlo. Sin embargo, esta maldición cartesiana, como me gusta llamarla, amenaza permanentemente a los científicos, porque aparece con toda la fuerza del sentido común, que nos ha acostumbrado a separar las dimensiones fisiológicas materiales de la espiritualidad o el pensamiento. Así, convertir la contraposición cerebro-mente en una ecuación que pueda encontrar una solución científica se ha convertido en la aspiración de no pocos neurólogos. Se trata de enfrentarse a la contradicción entre naturaleza y cultura, una herencia reforzada por las concepciones religiosas que estableció los cánones que rigen la relación entre el cuerpo y el alma. Cierre: En suma, se trata de resolver el misterio de la conciencia.
En este ejemplo, la idea del párrafo se comprende como una unidad discursiva completa: se anuncia que existe dualismo cuando se aborda el tema de la conciencia; se describe la lucha de los científicos por mantener separada la dimensión material de la mental; finalmente, se concluye que los científicos aspiran resolver ese dualismo y, por ende, el misterio que envuelve a la conciencia.
La relación entre estos tres constituyentes es lo que da la unidad al párrafo. La idea de entrada se cierra con la conclusión y la conclusión hace referencia a la idea inicial. Esto parecería como el perro que persigue su propia cola y que, por más esfuerzos que hace, nunca la alcanza. Asimismo, parecía que esta vinculación cíclica no nos permite avanzar en el desarrollo del texto; sin embargo, la oración de cierre, además de concluir la idea inicial, también sirve para conectar el siguiente párrafo.
En este ejemplo se ve esta doble función de la oración de cierre: recapitular y servir de eslabón para el párrafo que sigue:
Entrada del primer párrafo: Desde que los neurocientíficos decidieron abordar el problema de la conciencia y abandonar la rígida clausura material del sistema nervioso central, se han tenido que enfrentar con el fantasma o demonio del dualismo Cierre del primer párrafo: En suma, se trata de resolver el misterio de la conciencia.
Entrada del segundo párrafo: José Luis Díaz ha dedicado un libro memorable, creativo y original, de más de seiscientas páginas, para enfrentarse con este misterio: La conciencia viviente (Díaz, 2007).
El cierre, además de mencionar el intento de resolver un problema que se mencionó en la entrada, agrega información adicional, un libro que ayuda a encarar ese misterio: la conciencia. La oración concluyente no necesita ser larga, todo depende del tipo de final que se quiera construir, una recapitulación o un cierre corto pero contundente.